TEORÍA
Tras los almuerzos álgidos que tuvieron en vilo a las extremidades de los clientes,
en la región interna pudieron escucharse las razones.
No sin esfuerzo, porque los sentimientos estaban adverbiados, el hombre
[anduvo tras los termómetros del alma.
Qué fama de los bailes cuando el aullido extraño aún gozaba,
qué insinuación mientras la voz hermosa de las féminas olvidaba la
[lentitud de los pañuelos adormecidos en los idiomas del silencio.
Y fue el amor la copa de los besos durante el frío ausente de los hospitales,
y no hubo rosa que no muriera en el atardecer de las cenizas.
Su cuerpo dejará, no su cuidado en el momento humilde de los matrimonios.
Oh viento de hermosuras dulcemente armado,
oh invierno para soñar con los metales limpios de los cables,
oh ventanas que nos recuerden el gesto de las sombras indecisas ante los
[intercambios de la melancolía absurda.
Veo la luz de dos ejércitos oscuros aniquilándose en el tálamo.
AMARGO
En los departamentos de la injuria
languidecen las disposiciones culpables que molturaban azafrán ante los
[pergaminos.
Inalterable es nuestra determinación de soportar los fragmentos de la vigilancia
que amanecieron yertos en la dolina de las sigilosas deliberaciones.
Algo se ha roto en la sonrisa improvisada de los arquitectos,
algún alcaraván se ha detenido al contemplar los rótulos de las machacadoras,
las fórmulas ocultas, el pandemonium de los veterinarios que dormitaban
[en los recintos tubulares.
Pacificada el ansia —mediante la begonia implícita en las transiciones,
[según dijeron los más ilustres proxenetas—
los mecanismos acarreaban hacia las tolvas amarillas los corolarios del estupro.
Y tú, el de las hélices del ansia, ¿por qué piensas en cúpulas cuando
[me esquivas la mirada?
OFRENDA
Al pie de las epístolas vertimos los volúmenes sin vida en los cañaverales
[de los sindicatos
y en las metonimias del vinagre las putas doblegaron el cruel perfume de
[las herejías
y en las mastabas sucumbieron las vaginas de los algoritmos
y las libélulas intransigentes permitieron la destrucción de todos los triángulos
y bajo la apariencia de un mirlo surgieron del cielo los remordimientos del padre
y bajo la apariencia de un guijarro surgieron de la tierra los remordimientos
[del hijo
y los recaudadores angustiados examinaron en silencio el sentido de las tijeras
[del llanto
y cuando libábamos el zumo de los microorganismos se oyó un gran grito
[en vano —como de media hora—.
Dafne, toma mi vida y canta.
—A los cuarenta años de mi edad, descubro que no tengo rostro.
Todo este tiempo he portado una máscara roja de facciones inexpresivas
[en la que había pintadas unas lágrimas.—
MURMURACIÓN
Al son de brutales orquestas el líquido malvado entró en las madres que
[se arrepentían del ansia junto a los gimnasios
y hacia finales de abril hubimos de rezar en capillas caliginosas por el
[eterno descanso de las sinfonías.
La herrumbre de los dirigentes, no bien se resolvieron los fonemas,
[antepuso las manivelas a la parsimonia.
La inmensidad era esto,
insurrección en las bocinas de los hermosos yacimientos,
alegaciones de los durmientes asfixiados,
diferencias sobre las sonatas y los suministros.
Y al recordar la perplejidad de los expedicionarios a Tierra Santa
[experimento fiebres donde mi corazón abstracto golpea.
Rosa final, ¿qué más ofrendas necesitas?
MADRIGAL
Recuerdo cómo ardía el tálamo bajo los cuerpos de mis padres mientras
[cometían con ternura el error que me ha traído al mundo.
Recuerdo las esferas, la multiplicación, las estancias,
los corredores, el atrio de la incandescencia tras la que comenzaba el aire, pero
[el recuerdo no me calma de lo que mis horas buscan.
Hay en mis sienes flores maravillosas que me consuelan de mi caducidad.
Tengo los ojos dormidos,
y en los úteros del sueño gobierno países olvidados en los que se
[fomentan la lujuria y el vino
y no existe más literatura que el silencio.
Mis manos no conocen otra teología que la carne,
y cuando empuñan un lápiz trazan mapas
que mi corazón exhausto recorre inútilmente
dejando un rastro de sinceridad en las penínsulas vertiginosas.
Mi boca apenas habla ya de la penuria de los días
y ha decidido comenzar a narrarme los motivos de los besos que se
[otorgaban mis padres.
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