NEWTONIANA
Me miran.
Lo que yo necesito es respirar
y no tantas preguntas.
Les hablo
y cuando ya no las espero suenan
mis palabras y sobra ese sonido
de sirena de buque que naufraga.
Vejez de pronto
y no saber valerse. Incontinencia.
Si no doliera tanto
sería interesante esta postura
como de entrega al suelo,
como de siesta plácida en verano
pero ya es hora
de irme levantando y apagarme.
Adiós, fresno. Que te corten.
CANTATA PARA LOS QUE VAMOS QUEDANDO
Escrito para sanar a Guillermo Garcimartín
Hoy tengo junto a mí toda la muerte
y todo vale nada si no es algo.
Sobre mi corazón vuela la tierra
y el barro toma forma
de dios estéril.
Pero mi corazón no es sitio
donde puedan cifrar impunemente
los dioses sus deseos de ternura,
los hombres el amor,
los ciegos su mirada paralítica,
los raros o lejanos,
los muertos combustibles su vacío.
Es una noche esférica que avanza
de bruces hacia el valle donde madura la fatiga,
es no silencio en tránsito
y se mantiene así, tirante,
rehén de su catástrofe conmigo, acumulado,
salto de pie, reloj de carne que se agobia,
odre que puebla el rosa de los labios.
Ahorrar el corazón
para gastarlo cuando falte,
llenarlo de lombrices locas
que caven con violencia hasta que encuentren
la última salida, convocarlo
para que el cuerpo aguante
y el cuerpo aguanta mucho si le dejan.
Alguien,
tal vez los dioses o los muertos,
no veo diferencia,
aprieta hasta que ahoga el corazón,
lo desmurmura,
lo desconstruye,
lo deja hecho un vuelco pretérito en sí mismo
y es tiempo de reedificarlo.
Si mi corazón
dejara de acabar sus fuerzas
en la lenta agonía de latidos que ahora siento
(uno,
otro,
tres) y tomara impulso
para dar un inmenso latido inacabable
saldría un meteorito de mi pecho
y la luna por fin tendría luna.
¿Y si mi corazón
y el de todos los hombres se sumara
(Todos.
También el subterráneo latido de los muertos)
en un hermoso unísono de vida
más fuerte que el Big Bang?
LA QUEMA
Cómo deseo
tus manos apremiantes y vivaces
y, al fin, mi silenciosa destrucción
y cómo abrasa el aire que se riza
en cada grieta de mis brazos.
Si alguna vez soñé que me mataran
debe ser esta, danzarina,
y cuanto más
me abrazas más me acabas.
Quién iba a decir
que un átomo de luz, casi una idea
me hiciese tanta muerte.
Acabo de olvidar
el zumbido del aire entre las ramas
de mi frondoso padre
y lo pacientemente que regábamos
el vientre de la atmósfera de verde.
Mis hermanas las hojas,
mis pequeñas penínsulas de bronce,
no tienen a mi cuerpo,
ni las raíces, ni las alas
de las titubeantes mariposas,
ni los niños jugando al escondite tienen ya
el templo de la sombra que es el roble.
NO ME ACUERDO
Como escapa el aceite entre los dedos,
inexorablemente,
me escapan los recuerdos.
 
(Como escapa el aceite entre los )
Me van dejando un poso
como si me viviera un ser ajeno.
 
(Como escapa el aceite entre )
Las neuronas no son lo que contaron.
Son una red
 
(Como escapa el aceite )
donde se apresa lo que es nuestro.
A veces se rompe y zas
 
(Como escapa el )
huye un recuerdo.
En algunos recodos
 
(Como escapa )
del cerebro
quedan
 
(escapa vino entre mis manos,
 
ya dije esto antes)
jirones viejos.
ODA SIN PUERTAS PARA CÉSAR VALLEJO
César y no cesar, César devuelto
del ruido de la oscuridad leprosa,
del humo de los potros intestinalmente salvajes,
César devuelto de la muerte.
César supremo desertor del mundo
para narrar el hombre,
César volcán en erupción de insectos mitad lucha,
mitad labio que si se acuerda de reír
lo lleva el viento,
César mastica olas submarinas,
César libélula de pan de trigo del sobaco,
César entre las bombas queso,
César para olvidar
que el sol será una supernova,
no César, cabizalto,
César beso tectónico entre España y Francia,
César etcétera, emocionado y doce,
hoy crece mi esqueleto recordándote
sepulturado en nube como un fósil de llanto,
crecen valles andinos, golpes de soledad y lluvia,
cangilones de espaldas que no valieron para hombres,
termómetros de angustia,
corazones con sangre de mostaza
y frío, mucho frío,
tan pienso en golosinas con los colores rotos
desde que abandonaste tus dos húmeros
y puedo gargantar
cómo siguen cayendo todavía
gotas de remolacha de los senos
de las mujeres jóvenes.
César,
a veces en el cielo suena tu fibra rota,
tu cruel lamento bélico de alguien
y llueve una luz negra que acaba con las fresas,
las estanca y arroja de sus tribunas húmedas,
que deja en los rostros de los hombres,
si no siguen tu senda,
una putrefacción de la ternura
y los envía a la vejez
sin la memoria de la infancia,
que luego se diría que remite
pero la procesión sigue por dentro
y queda en los contornos un temblor
infinitesimal
y si se olvidan de curarse los oídos
suena otra fibra dentro
que no termina de doblarse.
Ojo por ojo
siguen igual de fuertes
pero sus hontanares tiemblan,
ojo por ojo van desconociendo su estatura,
sudan a carcajadas porque entienden
que tú los dejarás quemando en cada estrofa.
César, nunca cesar de echar de menos
que el peso del dolor sea distinto,
no sé, que no existiera
o traspasárselo a las rocas
para fundirlas siempre,
para siempre fundirlas,
fundirlas …
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